YO ESTUVE EN UN PLATO VOLADOR
Reportaje a Benjamín Solari
Parravicini Benjamín
Por Roque Escobar
Reproducido de: Revista
ESQUIU - Buenos Aires, 4 de Agosto de 1968
"Veníamos
por la calle Chacabuco, en una noche con frío y niebla, con un amigo. De repente,
surgió a un costado un hombre. Es decir..., nos pareció un hombre.
Empezó
haciendo manotones, como señas, y parecía que hablaba algo. Algo que no se
entendía, claro, porque era muy raro. Nos hacía señales como indicándonos que
camináramos hacia la Diagonal, en dirección de la Casa de Gobierno. Y con la
noche fría, la niebla y... yo no sé... ese ser, ese hombre era, más grande que
nosotros... ¿no?..., no sentimos miedo. Pero yo, sinceramente tenía frío y
muchas ganas de llegar a casa.
Pero este hombre, muy rubio, como de uno
ochenta y cinco de alto, con ojos grandes que parecían de ciego, porque no
tenían párpados ni nada... eran redondos, rarísimos. Estaba vestido apenas
con un saquito que parecía un cardigan, verdoso, luminoso. Y fíjese, hacía un
frío bárbaro.
No
obstante, seguimos caminando con mi compañero, cruzamos la calle, y mi amigo me
lanza la pregunta: "Che... ¿no te parece que este hombre no es de este
mundo?"
"Y
entonces vi el sol, inmenso, majestuoso. Ellos son buenos, vienen con fines
pacíficos, de investigación. Parece que han elegido un territorio que se llama "Cristianía"
Hasta
aquí el interesante relato de un hombre que dice haber estado dos veces con
seres extraterrestres. De un hombre que afirma que puede tener comunicación
periódica con venusinos dada su condición de telépata. De un hombre de quien la
prensa se ha ocupado ya varias veces por sus "singulares poderes
proféticos."
De
un hombre que dice haber viajado en un "plato volador" y haber dado
la vuelta al mundo en contados minutos. De un hombre a quien no pocos acusan de
"farsante" "embustero", "macaneador". De un
hombre que confiesa que su mismo padre, psiquiatra argentino de nota, lo
llamaba "loco". De un hombre que vive en la bohemia al estilo
parisiense, y que practica su profesión de pintor en un atelier céntrico de
Buenos Aires. Un atelier con aspecto de Siglo XVII y a la vez de Siglo XXI.
Ese
hombre a quien reportea hoy ESQUIU es Benjamín Solari Parravicini.
Indudablemente una persona muy discutida a cuyo relato nos circunscribimos sin
que ello signifique extender un certificado de veracidad. Porque lo que
buscamos en nuestra inquietud periodística, en este caso, es la información a
través de quien asegura poder ser testimonio en un tema apasionante: los platos
voladores.
SOLARI PARRAVICINI DE JOVEN |
Cuándo, cómo y dónde
-Bien
-prosigue Solari Parravicini-, esa pregunta se me clavó y le contesté que
era muy raro. Sobre todo los ojos, la ropa metálica. En fin. Nos despertó la
curiosidad y quisimos volver al lugar donde lo habíamos visto. Volvimos, pero ya
no estaba.
-Había
desaparecido...
-Sí...
había desaparecido -el entrevistado abre sus ojos grandemente, detrás de un
armazón redondo muy poco común. se frota su calvicie y hace gestos misteriosos.
Yo lo miro con suspenso y trato de descubrirlo. Prosigue-: Ahora va a ver.
Pasaron varios días, y...
-¿Cuándo
fue eso?
-Y...
hace más o menos ocho años. Pasaron varios días y una noche estaba yo acá, en
mi casa. Estaba también nublado, con bastante niebla y mucho frío. Se me
ocurrió ir a ver "My fair lady" que la estaban dando en "El
Nacional". Fui. No sé a la hora que habrá terminado, imagínese. Cuando
salí me dio ganas de comer un puchero de gallina. Terminé mi plato favorito y
me dispuse a marcharme a casa. Serían como las tres, las cuatro de la madrugada.
En esa época había muchos asaltos por acá, y tuve miedo, de manera que decidí
tomar por la Diagonal, rumbo a Belgrano. Cuando iba cruzando la calle, se me
apareció el "hombre" otra vez. Como caído del cielo ¿no? Había
recuerdo, una bruma bárbara. No se veía a un metro. El tipo este empezó a
hablar, nuevamente: "jap, gloa, prirp, jap". Yo lo miré medio
confundido y me dije: "Bueno, este me asalta".
Entonces
apuré el paso. Sin pensar por qué estaba ahí, como había aparecido, sin
recordar nada. Empecé a caminar ligero, y de pronto...Me quedé paralizado...no
pude caminar más. No podía moverme. Cinco metros apenas avancé. Y ahora nada...
Pasó un momento.
.-Pero
¿podía pensar? ¿No perdió sus facultades mentales?
Sí,
podía pensar. Era totalmente consciente de todo. Nada más que me era imposible
moverme. Como le dije, pasó un instante y luego comencé a perderme... a
perderme... me iba... me iba. No sé como será un desmayo, pero creo que fue eso
lo que pasó. Acá diríamos "me desmayé"... y me encontré, de repente,
como en un borde de un barco con una baranda que parecía de metal. Ahí
adelante, así redondo (Solari Parravicini gesticulaba), era como una explanada
negra. Como de caucho. Entonces, aparezco yo allí, no sé como, y me encuentro
con otros dos seres iguales. Muy sonrientes, me saludaron poniéndome las manos
en el hombro...
-¿Usted
cree que estaba en un plato volador?
-Sí,
claro, no hay duda. En ese momento no sabía lo que era, pero después me lo
expliqué todo. Yo estuve en un plato volador. Bueno...
-Y
dígame ¿eran de carne y hueso? ¿cómo era su contextura física?
-Sí,
al menos parecen de carne y hueso. Son como nosotros, altos, bien rubios, con
ojos como le dije, muy redondos y sin párpados... El cutis es igual al
nuestro, muy blanco... son lindos hombres, fuertes.
Bien,
allí, entre ellos hablaron: "chanau, glut, play, jot, net, jap", qué
se yo. Decían así. Ahí fue cuando se me cruzó la idea de que yo estaba en un
plato volador, porque veía allá abajo, abajo, veía la punta del Obelisco, que
entonces tenía una luz. Y justo cuando se me ocurrió pensar eso, uno de ellos
me dice:
"Si señor, somos de Venus".
-¿En
castellano?
-Sí,
en castellano. Yo me sorprendí, él me dijo entonces:
"No se extrañe porque nosotros hablamos todos los idiomas de ustedes,
porque nosotros somos telépatas, y usted también es telépata. Así como ustedes
tienen la televisión que ven todo lo que pasa por afuera, nosotros los vemos
perfectamente, y los conocemos perfectamente. Yo hablo con usted
telepáticamente... Hace tiempo que lo conocemos y...Queremos mostrarle algo...
tener una experiencia con usted".
De
pronto oigo un "clin, cli, clin, cli", como el teléfono cuando da
ocupado, ¿vio? y veo una campana como de cristal, o de nylon, no sé. Nos
cubrió. Nos encerró a todos. De inmediato yo vi que la puntita del obelisco se
perdía. Pero no me pareció que la nave espacial anduviera.
Frente
a uno de sus cuadros, el último de la serie 1968, el pintor Solari Parravicini
cuenta su experiencia a nuestro redactor.
"Tenían
ojos sin párpados, son de cabello rubio y de elevada estatura" Yo
la veía quietita, y no me daba cuenta que andábamos más que por lo exterior. Yo
estaba como idiota ¿no?... De repente empecé a ver que los cielos cambiaban, y vi
un cielo colorado, como esos que se ven a la caída de la tarde.
El
horizonte de repente estaba así, después así (Solari mostraba con sus manos
direcciones opuestas), inclinado, de un lado y del otro. En un momento dado, el
sol. Un sol bárbaro. Entonces me di cuenta que estábamos dando vuelta por el
mundo.
Pues
recuerde que yo había subido a la madrugada, en plena noche, oscura y en Buenos
Aires, le garanto que fue impresionante para mí ver el sol, enorme, grandote,
refulgente. Simultáneamente, vi que el mundo se torcía ¿no?, y entonces se
nubló de nuevo
Ya
le digo, fue impresionante. Hasta que...Yo ví un sol verde......cosa de
locos, parece, ¿verdad?.
De
pronto, uno de los seres grita
"¡CRISTIANIA, CRISTIANIA,
CRISTIANIA!,
Al
tiempo que señalaba un lugar, hacia abajo. No sé lo que
sería "Cristianía". Así, pasamos por Europa, chiquitita allá abajo, y
al pasar por el norte de América otra vez gritaron:
"iCANADA, CANADA, CANADA!.
Enseguida
no más, porque, estábamos otra vez en la noche, me dijeron:
"Ahí está. Otra vez en su casa.
Ahí está la cordillera de los Andes".
Inmediatamente, quedamos suspendidos. En
realidad, en ningún momento me pareció que andábamos, pero me daba cuenta por
lo que veía. La velocidad parece fabulosa. Lo cierto es que estos
"hombres" vuelven a abrazarme, y me dicen
"Otra vez será, hasta pronto".
Me
sentí mareado, perdí el conocimiento y me encontré nuevamente en Buenos Aires,
en la avenida 9 de Julio, frente al Ministerio de Obras Públicas...
-¿Y
nadie lo vio? ¿Nadie? ¿Usted partió y regresó, sin que ningún testigo lo viera?
-Bueno...,
creo que no. La calle estaba desierta. Era un noche fea...
-¿No
le parece demasiada fantasía todo lo que usted dijo?. A mí me parece como un
sueño, señor Solari.
-Justamente
fue lo que me pareció a mí. Cuando me encontré de nuevo en 9 de Julio, me dije
"¿Pero... habré soñado?" Y me doy cuenta que, a mi lado, está otra
vez el mismo hombre raro, que me quería abrazar.
Pero
se vio en ese momento que caían del cielo como lenguas de fuego, como papeles
quemados y este tipo salió rajando... dijo unas palabras y disparó...
Después
vi bomberos, mangueras, quise correr y no pude. Me sentía como idiota. Pude
recuperarme y recordé que, antes de que pasara todo, tenía entre mis brazos la
revista del teatro donde vi "My Fair Lady". La busqué, y ya no
estaba...
-Se
la habían llevado los venusinos, porque según usted son venusinos ¿no?
-Sí.
Son venusinos.
-¿Y
qué fueron para usted esas "lenguas de fuego"?
-No
se, eso sí que no se, después supe que no pasó nada.
-De
manera que usted cree no haber soñado. Eso para usted fue real, usted estuvo en
un plato volador
-Sí,
mire, podrán decir que soy loco, como decía mi padre que era psiquiatra, en
broma, claro. Podrán decir que soy un embustero, un falseador. Pero yo lo vivi
así, y así lo cuento. Nunca lo quise contar, por otra parte. Hace unos días me
convencieron de que lo haga, y ahora lo hago, aún arriesgando a que me tomen,
como un loco. Lo que recuerdo bien es que después de aquello estuve cuatro días
idiota. Ahora me recuperé, claro.
-¿Tuvo
usted alguna otra comunicación con esos seres?
-Sí,
la tuve, y la tengo, por telepatía. No sé por qué, pero a ellos mimos se llaman
"tovnis". Nosotros le llamamos ovnis. Lo que le puedo decir es que
nunca más estuve así, personalmente. Pero ellos siempre pasan por acá...
-¿Usted
es católico?
-Sí,
soy católico práctico. Creo en Dios y en todos los santos, y cumplo
regularmente con todos mis deberes religiosos.
Se
me ocurrió mirar su atelier. Encontré muchas figuras de santos. Cuadros y
pequeñas estatuas por todos lados. Una estufa ruidosa calentaba a ritmo
vertiginoso. Y confieso que después del relato tenía mucho calor. Y unas ganas
bárbaras de saber la verdad. La verdad que llegará tan solo con el tiempo.
Reproducido de: Revista ESQUIU - Buenos Aires, 4 de
Agosto de 1968
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